"Entender a alguien que tartamudea es tan fácil como saber escuchar"

El lenguaje y el habla son fenómenos complejos que hacen de sus trastornos, fenómenos igualmente complicados.
La disfemia se inicia en la infancia, típicamente entre los 2 y los 4 años de edad, generalmente coincidiendo con la aparición del lenguaje, es decir, cuando el niño pasa de usar expresiones de una sola palabra a combinar varias palabras formando las primeras frases. 
 Se exceptúan los casos de niños con retraso evolutivo del lenguaje o del habla o con síndrome de Down, en los que la tartamudez se inicia tardíamente.  
La prevalencia de este trastorno en la población es de 0,75%, aunque en la edad preescolar se calcula que alrededor del 5% de los niños experimentan un período de tartamudez durante algunos meses.            
La conducta nuclear de la tartamudez es la disrupción de la coarticulación, mayoritariamente al inicio de la frases, dando lugar a diversas disfluencias  (repeticiones de parte de la sílaba, prolongaciones silenciosas o sonoras de sonidos verbales),  a pesar de que el sujeto sabe lo que quiere decir y cómo se dice, con aumento de la tensión muscular y conductas de esfuerzo para hablar, en cuanto el niño advierte la dificultad. 
Cuando el trastorno persiste durante más de dos años a partir del inicio, se cronifica y se complica con otros síntomas (logofobia, conductas de evitación, sentimientos y actitudes negativas hacia la comunicación) perturbando muchas veces el rendimiento social, académico y más tarde el laboral.
El tratamiento debe ser abarcado por fonoaudiólogos y psicólogos dependiendo del momento evolutivo que se encuentre el niño, se realiza en conjunto de los padres y establecimiento educacional.



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